El uso correcto de la libertad

Tanto los modernistas como los católicos coinciden en que todos los hombres tienen una dignidad natural, constituida principalmente por el libre ejercicio de su razón y de su voluntad. También están de acuerdo en que nadie debe violar esta libertad humana básica, ni siquiera para imponer lo que es verdadero o bueno.

La conciencia humana: el árbitro supremo

Sin embargo, los católicos y los modernistas difieren sobre el uso adecuado de esta libertad. El modernismo sostiene que la conciencia humana es el árbitro supremo del bien y del mal para cada persona, por lo que todo el mundo puede actuar a su gusto, excepto en los casos en los que tal acción pondría en peligro los derechos de otra persona. La religión católica insiste en que esta libertad es un gran don de Dios y se puede ejercer bien o mal. Elegir lo que es objetivamente bueno y es conforme con la voluntad de Dios es un ejercicio adecuado y correcto de esta libertad, haciendo hace a un hombre verdaderamente libre. En cambio, elegir lo que es objetivamente malo y contrario a la voluntad de Dios es un abuso. Nadie tiene derecho a abusar de esta libertad, incluso si no parece perjudicar directamente a otra persona, porque tal abuso siempre se opone a Dios y lo ofende, porque Él es el bien supremo.

Por tal razón, el modernismo enseña que los hombres, según sus creencias subjetivas y de acuerdo con su libertad natural, pueden escoger la religión que les guste, mientras que la enseñanza católica afirma que el hombre tiene el deber de elegir la religión que está más en armonía con la verdad objetiva y con el plan de Dios para el universo. Una persona puede descuidar este deber y elegir una religión que es menos verdadera, pero tal acto es un abuso perverso de la libertad y no una expresión digna de ésta.

Libres de elegir lo que es bueno

Estas dos interpretaciones divergentes de la libertad han creado dos ideas diferentes sobre la libertad religiosa. De acuerdo con la enseñanza católica, el hombre sólo es libre para elegir lo que es bueno y para creer lo que es objetivamente cierto. Muchos hombres, sin embargo, toman malas decisiones y abrazan religiones falsas. La sociedad nunca puede alabar, alentar o apoyar tales juicios equivocados. No obstante, puede tolerar tales abusos individuales de la libertad con el fin de mantener la paz temporal, al propio tiempo que alienta a los seguidores de las falsas religiones a que se percaten de los errores de sus decisiones y se conviertan a la única y verdadera fe.

En cambio, el modernismo defiende y alaba el derecho de cada hombre a elegir la religión que más le guste, independientemente de si esa opción es correcta o equivocada, o de si su religión es verdadera o falsa. Según él, mientras este ejercicio de la libertad no perjudique directa y físicamente a nadie, se debe permitir y respetar, en nombre de la paz y la prosperidad temporales.

De este modo, la tolerancia sin límites es la gran virtud de los modernistas, mientras que el objetivo central de los católicos consiste en el respeto a Dios y el bien moral de todos los hombres. El modernismo valora por encima de todo la autonomía individual de cada hombre, mientras que la religión católica ante todo ama, honra y obedece a Dios y procura preservar a los hombres de los errores pecaminosos, incluso si esto significa condenar y oponerse a las falsas religiones.